Terror ficción (II)

•enero 24, 2011 • 2 comentarios

La red del terror

(25 de Junio de 1979 – 9 de Noviembre de 1989)

I.

Tres coches negros atraviesan Bélgica. Son anchos y pesados. Van camino del cuartel general de la OTAN en Europa. Cuando están a punto de cruzar sobre el Gran Canal se escucha un estallido. El puente revienta, se retuerce sobre si mismo y hace volcar al último coche de la comitiva. Tres hombres intentan salir de él. Intentar romper los cristales blindados. Las puertas han quedado dobladas como si fueran cartulina. Los tres están confusos. Les sangran los oídos. Uno de ellos se arrastra sobre el vientre. No puede mover las piernas. Los otros dos coches del convoy aceleran. Piden refuerzos por radio.
El comandante está a salvo.
El Ejército Rojo reivindica el atentado. El objetivo se ha salvado por muy poco. Viajaba en el segundo coche. Se llama Alexander Haig.
Haig es el comandante supremo de la OTAN. Secretario de Nixon durante el Watergate. Él convenció a Dick El Tramposo para que dimitiera. Él le prometió el indulto. Haig es un general condecorado. Cruz del Servicio Distinguido. Estrella de Plata. Corazón Púrpura. Veterano de Corea y de Vietnam. Allí fue donde Haig se obsesionó. Creía que existía un búnker enorme escondido en algún lugar de la selva, al otro lado de la frontera con Camboya. El cuartel general del Viet Cong. Una ciudad subterránea. La evidencia era escasa. Nula. Apenas unos rumores. A Haig no le importa. Sabe que está ahí. El búnker es su El Dorado.
Haig ordena bombardeos secretos en Camboya. Operaciones encubiertas. Ordena achicharrar la selva. Los lanzallamas la dejan negra. No hay resultados. La obsesión no le abandona. Un Charlie capturado susurra un nombre mientras le fríen los huevos. Un valle. Una gran equis en el mapa. Haig ordena que las tropas lo encuentren. Divisiones acorazadas derriban arboles. Dan vueltas. Se pierden. Cuando están a punto de darse por vencidos alcanzan un claro. La gran equis. Solo encuentran cajas vacías, sacos de arroz y un montón de bicicletas oxidadas.
A Haig no le importa demasiado. Él tiene fe. El búnker existe.

Unas semanas después del atentado en Bélgica, Ehud Barak organiza en Tel Aviv un congreso sobre terrorismo internacional.
Dejad que lo montemos nosotros. Nosotros sabemos. Llevamos luchando contra ellos desde el 48. Les hemos ganado tres guerras.
Barak tiene razón. Los israelíes son expertos mundiales. Su especialidad es eliminar terroristas antes incluso de que cometan su primer atentado.
No lo llame asesinato. Llámelo represalia preventiva.
Los delegados se reúnen en el Instituto Jonathan, bautizado en honor del Netanyahu que murió matando terroristas en la Operación Entebbe. Llegan coches anchos, pesados. Llegan espías, burócratas, militares, historiadores ex comunistas, escritores mediocres que aspiran a ganarse el pan como asesores de inteligencia. Como colaboradores de carrera. Su especialidad es adivinar lo que quieres escuchar. Ratificar. Exagerar. Augurar catástrofes y poder comer sándwiches en el próximo congreso.

Entre ellos, allí sentada, está Claire Sterling. Es menuda. Viste ropa recta. Pañuelo al cuello. Corte de pelo de chico. No se mezcla con los otros. No sonríe. Sterling está preocupada. Sterling tiene un mensaje. Lleva una década juntando piezas. Asesinatos. Atentados. Secuestros. Ha encontrado conexiones. Ha visto lo que tu no quieres ver. Ha recopilado todo en un volumen rojo. Cuatrocientas páginas. Una foto del asalto a Munich en la portada. Su título: La red del terror.
Llega su turno para hablar. Sterling blande su libro.
Occidente no puede permanecer ciego a la evidencia. Los soviéticos están detrás de todos los grupos terroristas en Europa, Asia y Latinoamérica. Las Brigadas Rojas, el grupo Baader-Meinhof. El ejercito Rojo Japonés. El Ejercito de Liberación del Pueblo Turco. El IRA provisional. ETA. El FPLP, la OLP. Todas las siglas. Todos son marionetas del terror soviético. Financiados, entrenados, organizados por los rojos.
Entre los asistentes, allí sentado, está Alexander Haig. Cuando escucha a Claire Sterling, confirma lo que siempre ha sabido. Haig ha encontrado por fín el búnker. La gran equis. El Kremlin.

II.

Las páginas de La red del terror están llenas de las marcas sucias de la CIA. Llenas de propaganda negra. Historias falsas plantadas en los medios, filtradas, sugeridas. Inventadas en los 70 por el Equipo B, un grupo rebelde de la CIA. Desarrolladas para justificar presupuestos, partidas de armas, fondos reservados. Nadie en La Compañía toma en serio el libro de Sterling. Nadie con conocimiento. Nadie excepto William Casey. Casey es el director de la CIA. Alexander Haig le ha prestado el libro. Casey lo ha leído con avidez. En una sola noche. Cada dato, cada página confirma lo que siempre ha sabido.
Este libro me ha enseñado en un día más de lo que vosotros me habéis enseñado en dos años, idiotas.
Sterling consigue que Casey y la CIA se traguen su propia mierda negra. Sterling además tiene suerte.
El 13 de Mayo de 1981 Juan Pablo II es tiroteado en la Plaza de San Pedro. El papa polaco. El papa actor de teatro de segunda. Un sicario de la mafia turca llamado Ali Agca le ha disparado. Sterling vuelve a blandir su libro. No os engañéis. La mafia turca está controlada por los servicios secretos búlgaros. Los búlgaros están al servicio del KGB. Está claro. La URSS es el Imperio del Mal.
Casey se obsesiona aún más con la red del terror. Casey quiere convencer al Presidente. Encuentra a un anónimo profesor de universidad. Un experto, dice. Un experto que adivina, ratifica, exagera. El profesor produce un dossier que llega a la Casa Blanca.
Es el Eje del Mal, Presidente.
Irán. Corea del Norte. Nicaragua.
Detrás de ellos están los rojos, Presidente.
Los rusos en realidad están dando sus últimas bocanadas. Sus líderes son ancianos enfermos. Apenas duran un invierno. En las calles hay largas colas. Tiendas vacías. Los rusos apenas pueden alimentarse. Son un elefante hundiéndose en un fangal de mierda afgana. Con los americanos subidos encima. La CIA lleva años atiborrando a los muyaidines con cohetes Stinger y millones de dolares.
No les llame integristas. Llámelos luchadores de la libertad.
El dossier de Casey se convierte en el Manual de Política Exterior. La mentira se convierte en realidad.
Reagan dedica el lanzamiento del Columbia al pueblo afgano. Ali Agca dice ser Jesucristo y anuncia la llegada del fin de los tiempos desde su celda.

III.

Nicaragua es un pedazo de selva montañosa. La finca privada de Somoza. En el 79 los Sandinistas le obligan a buscar residencia en un hotel de lujo de Miami. Quedan los somocistas. Campesinos, ex policías, soldados. Los contras. Los contras asesinan, torturan, mutilan, queman, violan, secuestran. La selva arde.
Los contras son el equivalente moral de nuestros padres fundadores, dice Reagan.
Reagan quiere ayudar a esos buenos chicos. El presidente actor de cine de segunda. El presidente que cuando aún era gobernador de California ordenó a la Guardia Nacional disparar contra manifestaciones de estudiantes.
El congreso se opone a cualquier ayuda. El pueblo americano no quiere más junglas. No quiere otro Vietnam. Los demócratas se interponen. Bloquean toda la financiación a los contras.
Reagan busca una solución.
Haga lo que tenga que hacer, Coronel North. Yo prefiero no saber nada.
Negación plausible.
Nace la Oficina de Diplomacia Pública. La funda un amigo de Oliver North llamado Otto Reich. Reich es un cubano anticastrista. Su familia tuvo que huir de Hitler. Él tuvo que huir de Castro. La especialidad de Otto Reich son las filtraciones interesadas. En los medios comienzan a aparecer historias sobre aviones soviéticos que aterrizan de noche en Nicaragua. Dossieres, documentos, a los que esta cadena ha tenido acceso prueban, demuestran, envíos de armas y asesores.
No lo llame desinformación. Llámelo propaganda blanca.
La ODP recompensa a los periodistas afines. Acosa a los que no cooperan. Busca sus trapos sucios. Les extorsiona. Reich pide ayuda a North. North pide un favor al abuelo Ronnie.
Reagan aparece en un discurso televisado. Con mapas. Reagan tiene un mensaje. Los soviéticos han proporcionado armas químicas a los sandinistas. Armas de destrucción masiva. Los sandinistas pueden convertir Texas en un desierto venenoso en cuestión de minutos.
No lo llame mentir. Llámelo gestión de percepciones.
En realidad los sandinistas son un ejército entusiasta y mal entrenado que lucha contra un enemigo capaz de cualquier atrocidad. Los sandinistas no tienen reparo en imitarles. Todos terminan siendo atroces.
Dejemos que los chicos negocien con coca. Total, será para los negros, dice Ronnie.
Toneladas de cocaína llegan a Estados Unidos transportadas en aviones militares. Cocaína pura, sin pecado concebida. Las calles de Los Angeles efervescen con la fiebre colombiana.
Los chicos necesitan más dinero. Vendamos armas a los cabezatoalla. Total, las usarán para matarse entre ellos.
Toneladas de armas llegan a las calles de Teherán, reducidas a escombros por los misiles de Saddam. Las armas yanquis prolongan la guerra otros cinco años.
Reagan terminará su presidencia proponiendo a los rusos una alianza en caso de invasión marciana.
Las buenas causas traen extraños compañeros de cama.

IV.

Las bombas suben. Las bombas vuelan. Los franceses venden un reactor nuclear a Irak. Los israelíes lo bombardean. El yate de unos millonarios judíos salta por los aires en la costa de Chipre. Los israelíes bombardean el cuartel de la OLP en Túnez. Las bombas israelíes llevan escrito “os seguiremos donde vayáis.” Los libios hacen estallar en Berlín una discoteca llena de oficiales norteamericanos en busca de diversión alemana. Fire on the disco. Los Estados Unidos bombardean Trípoli.
No lo llame venganza. Llámelo legítima defensa.
Una llamada de aviso salva la vida a Gadafi en el último momento. Gadafi se esconde. Gadafi, búscate un hobby. Vuelve a esos relatos de ciencia ficción que escribes. Pero las bombas americanas no le asustan. Solo le hacen ser más cuidadoso.

A las 8:15 de la mañana del 27 de diciembre de 1985 los fusiles de asalto destrozan los mostradores de El Al en el aeropuerto de Roma. El hall se llena de jirones de ropa y charcos de sangre. En ese mismo momento, a 700 kilómetros de distancia, en Viena, granadas de mano explotan en medio de la multitud que espera a embarcar un vuelo a Tel Aviv. Mueren veinte personas. Hieren a ciento cuarenta. En las armas recuperadas pone Made in Libia. Los servicios secretos empiezan a escuchar un nombre. Abu Nidal.

Abu Nidal es un miembro rebelde de la OLP. Hijo de un rico mercante palestino. Rico hasta que los tanques israelíes le expropiaron. Nidal pasó su infancia en un campo de piojosos refugiados. Allí aprendió a odiar a Israel. Abu Nidal cree que todo es una conspiración. Que los israelíes conspiran. Que Arafat conspira. Que los americanos conspiran. Que Europa conspira. Que la conspiración solo puede romperse con violencia. Abu Nidal es un paranoico. Con regularidad estampa a alguno de sus comandantes contra la pared. Los humilla. Los insulta. Los pone en su lista negra. De vez en cuando se sube a un coche y recorre los campos de refugiados. Busca a chicos listos, estudiosos, expulsados a la miseria de las tiendas, de las moscas, de las letrinas en zanjas. Busca a chicos como él.

Abu Nidal es tu peor pesadilla. Ha renovado el género del atentado en aviones durante los 70. Para qué secuestrarlos cuando puedes hacerlos estallar en el aire. Uno de sus operativos engaña a su novia embarazada y la hace subir un avión con una bomba escondida en su maleta. Unos meses más tarde una bomba explota en el compartimento de carga de un vuelo de la TWA a Atenas. El boquete abierto en el fuselaje absorbe a cuatro pasajeros. Cuatro cuerpos en caída libre sobre la isla de Argos.
Abu Nidal tiene armas y dinero. Gadafi le suministra. Se financia extorsionando a los saudíes. Cuando no le pagan hace que llueva aviones en llamas sobre el desierto.
Abu Nidal diversifica. En un año bombardea las sinagogas de Paris, Viena y Bruselas. Asesina a diplomáticos en Roma, Atenas, Beirut y Nueva Delhi. Está obsesionado con los embajadores jordanos. Mata al embajador de Jordania en Madrid. Meses después a su sucesor. Y al siguiente.

En Septiembre del 86 los comandos de Abu Nidal secuestran un avión de la Pan Am de Bombay a Nueva york. Van vestidos de agentes de seguridad. Han llegado en una furgoneta que han pintado imitando a las de los servicios del aeropuerto. Recogen los pasaportes del pasaje a punta de AK47. Identifican a un americano. Le llevan a la puerta del avión. Los brazos detrás de la cabeza. Le disparan en la nuca. Empujan su cadáver fuera. Este es nuestro mensaje. Dieciséis horas después hacen estallar granadas en la cabina. Se abren las puertas de emergencia. Humo. Los pasajeros se derraman. Caen sobre la pista. Se apilan unos sobre otros ensangrentados.

Algo parecido había sucedido unos meses antes. Un avión hacia El Cairo es obligado a aterrizar en Malta. Amenazados por las fuerzas especiales inglesas los secuestradores hacen estallar sus granadas. Todos los pasajeros mueren antes de que los comandos entren. Pero un grupo de rehenes muertos no sirve para mucho. Nueve meses después milicianos chiíes asaltan un vuelo de la TWA a Roma. Lo desvían a Líbano. Luego lo llevan a Argelia y de vuelta. Separan a los pasajeros en grupos. Los sacan del avión. Los meten en furgonetas negras y los llevan a localizaciones secretas por todo Beirut. Pisos francos, escondrijos. Golpean a los que se resisten. Golpean a los americanos. Los mantienen secuestrados dos semanas. Negocian. Piden que se liberen a setecientos presos. El gobierno griego cumple su parte del trato. Los secuestradores liberan a siete rehenes griegos y a Demis Roussos.

En diciembre del 88 un avión de la Pan Am con destino a Nueva York revienta sobre Escocia. Una bomba explota en la bodega de carga. La onda expansiva reverbera varias veces dentro del fuselaje. Van y vuelven. Salen por la proa. La rompen. La desprenden. El avión queda descabezado. Los pilotos aún están vivos cuando la cabina frontal se estrella contra el motor del ala derecha. La cabina se despresuriza. Entra en barrena. Se ha convertido en un cilindro hueco atravesados por torbellinos. Unos cuantos pasajeros salen despedidos. Las espirales de viento arrancan la ropa del resto. La mitad de los pasajeros muere de asfixia. El súbito cambio de presión hace estallar sus pulmones. Los que sobreviven recuperan la consciencia hacia el final de la caída. Cerca del suelo. Donde el aire vuelve a tener oxígeno. Despiertan y ven una inmensidad verde acercándose a sus cabezas. Llueve fuselaje ardiente. Los motores aplastan varias casas. La ruleta de la fortuna y chicken nuggets. Un rotor atraviesa tu salón mientras cenas.

V.

La aviación es un campo de batalla. Pero no hay caos en la industria aérea. No hay escáneres. No hay cacheos. No se invaden países lejanos. La vida sigue. Todo se acepta y se olvida. Menos de un año más tarde la policía de Alemania del Este decide dejar de cumplir órdenes. Multitudes se congregan ante el muro de Berlín. Sacan picos. Lo rompen. Pasan felices al otro lado haciendo la V de la victoria.

El Fin de la Historia ha llegado.

Terror ficción (I)

•enero 11, 2011 • 6 comentarios

Septiembre negro
6 de Septiembre de 1970 – 22 de Enero de 1979

I.

Todo empezó en Septiembre. Cinco aviones con destino a Nueva York son secuestrados en cinco aeropuertos distintos por activistas del Frente Popular para la Liberación de Palestina. Nadie se ha dado cuenta. Nadie les ha interceptado. No existen detectores de metales ni escáneres, no hay separación de liquidos, no hay cacheos ni busquedas en cavidades corporales. Son doce. Llevan pistolas en el cinto y dinamita en los bolsillos. Obligan a los pilotos de cuatro de los aviones a aterrizar en un aeródromo abandonado en medio del desierto jordano. El quinto avión no llega. Cuando apenas lleva treinta minutos en el aire Leila Khaled y su camarada nicaraguense sacan sus pistolas. Se han conocido en los campos de entrenamiento del FPLP. Allí se han hecho amantes. Les une su odio a Israel. Les une el deseo por una revolución eterna. Leila ya ha secuestrado aviones antes. Es famosa. Es el pop icon de los palestinos. Primera figura de cartel. Leila es vanidosa. Ha salido en portada de las revistas occidentales blandiendo un AK 47. La erótica de las mujeres con armas. Dice tener un mensaje para el mundo: Escuchad a Palestina. Se ha sometido a seis operaciones de cirugía plastica para poder entrar en ese avión sin ser reconocida. Pero Leila y su novio nicaraguense son unos chapuzas. No saben que hay un agente israelí entre el pasaje. El agente le dispara a él. Los pasajeron apalizan a Leila.
En el desierto mientras hay negociaciones, calor, sudor, arena. El 11 de septiembre los pasajeros de los cuatro aviones son liberados.

 

II.

El rey Hussein de Jordanía dice basta. El rey Hussein está furioso. Está harto de que el FPLP haga lo que quiera en su territorio. Está harto de tener un estado dentro de su propio estado. Como todo hombre pequeño se toma demasiado en serio. Hussein está envalentonado. Nixon le ha ofrecido un bombardeo a domicilio. Agarra los bulldozers y unos tanques. Quiere aplastar a los palestinos. Pasarles por encima. Hasta que no quede ninguno vivo dentro las fronteras rectilíneas de su reino. Miles mueren. Expulsa al resto. Los sirios dicen basta. Los sirios están furiosos. Están envalentonados. Los sovieticos les han ofrecido una brigada de paracaidistas a domicilio. Los sirios agarran unos tanques e invaden Jordania. Hussein llora. Hussein tiene pánico. Hussein pide ayuda a papaíto Nixon. Le llama a las 3 de la mañana. Papaíto no responde. Hussein llama a los británicos. Llama incluso a los judios. Llama a todos los números de la guía telefónica. Al final nadie se atreve a hacer nada y Hussein sale impune y en el Hola.

Muchos en la OLP están furiosos. Arafat es un traidor. Arafat es un cobarde. Los descontentos fundan Septiembre Negro en honor de sus camaradas muertos. Son padres de familia, traductores, maestros. Son grupos de mujeres y hombres, unos pocos, que apenas tienen contacto entre si.
Negación plausible.
Su primera acción es asesinar al primer ministro jordano, ese hijo de puta subido a los bulldozers. En su primer año sabotean una planta de gas en Alemania y secuestran un avión que despega de Viena. Lo llevan a Israel. Leen sus demandas. Esperan respuesta. Aquí torre de control, mandamos un equipo de técnicos para una revisión de rutina. Entre ellos están Ehud Barak y Benjamin Netanyahu vestidos con monos de trabajo. Disimulan. Miran aquí allá como si supieran lo que hacen. Hasta que se escucha un estruendo. Dieciseis comandos israelies entran en el avión. En tres minutos matan a los palestinos y liberan a los pasajeros.
Ehud Barak le toma gusto a los disfraces. Quién lo diría de un futuro primer ministro. Unos meses después se disfraza de mujer para burlar a los guardias del cuartel de la OLP en Beirut. Se arranca le peluca y les dispara en la frente. Los comandos israelíes entran en tropel y fríen a tiros todo lo que se mueve. Mujeres. Niños. En su mente están once atletas. En su mente están Septiembre y Munich. En su mente está Septiembre Negro. El comando lo lidera el hermano de Netanyahu. Yónatan.

 

III.

Septiembre Negro quiere venganza. En 1973 toman la embajada saudí en Sudán. Secuestran impunemente a diez diplomáticos. Sudán no le importa a nadie. Leen sus demandas. Piden que se libere a presos palestinos, a todos los presos del grupo Baader-Meinhof, a Sirhan Sirhan. Piden una puta amnistia. Esperan respuesta. Dick Nixon dice que nones. No negociamos con terroristas, responde. Dick El Tramposo cree que es un farol. Los palestinos sacan a tres rehenes por la ventana, los muestran al mundo y los ejecutan. Tres días después la primer ministra israelí Golda Meir visita Nueva York. Septiembre Negro planea asesinarla con un coche bomba. No es la primera vez que intentan acabar con ella. Pocos meses antes en Roma el Mosad ha impedido en el último segundo que Meir quedara carbonizada de un bazokazo. Debe de ser raro encontrarte con el Papa en tu propia capilla ardiente. Golda Meir no es precisamente la fan numero uno de la Causa Palestina. Es la primera en su lista de 40 asesinables. El termino Dama de Hierro se inventó para ella. Meir ha ordenado la operación Ira de Dios. Ha ordenado que el Mosad acabe con Septiembre Negro. Mátenlos a todos. Mátenlos de miedo. No es por venganza, no es por Munich. Es por nuestro futuro. Comandos secretos comienzan a rastrear a palestinos militantes en Europa. Todo el mundo sabe dónde están. Solo es cuestión de pagar suficiente dinero a las personas convenientes. Los comandos son tan secretos que la mayor parte del Mosad ni siquiera conoce su existencia.
Negación plausible.
Se hacen su propia lista. Cuarenta nombres temblando en un papel. La encabeza Ali Hassan Salameh. Los israelíes están obsesionados con él. Creen que Salameh es la cabeza pensante en Munich. Creen que Salameh es el demonio hecho carne. Pero Salameh es en realidad un playboy. Un hijo de papá. Conduce coches de carreras. Monta fiestas lujosas. Se casa con una Miss Universo. Es confidente de la CIA.

Los comandos secretos no son infalibles. Su obsesión les quema el juicio como el napalm quema las selvas de Camboya. Matan a tiros en Noruega a un camarero marroquí al que confunden con Salameh. Pero la mayor parte del tiempo tienen éxito. Son los pioneros de la bomba. Diez balas en el pecho no son suficientes. Diez balas no asustan, no son un mensaje. La bomba es el mensaje. Una bomba en tu teléfono, en tu cama, una bomba en tu libro favorito o debajo tu coche. Pronto todos adoptan la bomba. Septiembre Negro manda cartas bomba a diplomáticos israelíes. El Ejército Rojo revienta bases americanas con bombas y con una bomba ETA hace volar a Carrero Blanco.
Carrero Blanco que estás en los cielos.
Las calles de Europa se llenan de ventanas rotas y edificios carbonizados. Matar a Golda Meir con una bomba. Esa es la ironía. Pero el coche no estalla. Es Marzo de 1973. Un mes después se inauguran las Torres Gemelas.

 

IV.

El fracaso no les detiene. El fracaso no detiene a nadie. Dos hombres armados con rifles de asalto entran en el aeropuerto de Atenas. Sin mediar palabras abren fuego contra los viajeros que están facturando. Maletas rasgadas. Ropa por el suelo. Sangre sobre los mostradores. No es el primero de estos ataques. Meses antes unos comandos del Ejército Rojo Japonés han abierto fuego contra los viajeros en el aeropuerto Ben Gurion matando a treinta. Japoneses. Quién sospecharía. Vestidos de traje. Guardaban sus armas en estuches de violín. La escena se repetirá en el aeropuerto de Roma. Militantes palestinos sacan armas automáticas y granadas de sus equipajes de mano, se abren paso por seguridad, por la puerta de embarque, y atacan un vuelo de Pan Am. Matan a otros treinta.

Siempre hay más, siempre hay respuestos. No importan cuantos operativos del FPLP caigan. A Mahmoud Hamshari le sustituye Hussein Al Bashir. A Al Bashir le sustituye Zaiad Muchasi. Cuando Muchasi salta por los aires en una habitación de hotel de Atenas, un tal Carlos le sustituye. Carlos es venezolano. Carlos se ha entrenado en Jordania con los nicaraguenses y con los Baader-Meinhof. Los alemanes no duraron mucho allí. Eran demasiado guapos para vivir en el desierto. Las chicas de Baader tomaban el sol en bolas. A los palestinos aquello no terminaba de gustarles. Carlos se queda. Lucha durante Septiembre Negro. Se gana una reputación como buen soldado. Wadi Haddad le adopta bajo su ala. Wadi Haddad es rico. Es confidente del KGB. Carlos llega a París. Además de buen luchador es mujeriego. Una version pobre de Salameh. Tiene varias novias. Estudiantes latinoamericanas que quieren mejorar su praxis revolucionaria. Carlos viaja en misiones. Dispara a quemarropa y falla. Tira bombas que no explotan. Los servicios de seguridad le atribuyen atentados que no ha cometido. Se convierte en un monstruo, en el enemigo número uno. Las madres amenazan a sus hijos con que Carlos vendrá a por ellos si no se comen las verduras. Carlos es un miembro rebelde del FPLP con contactos en el Ejercito Rojo y las Celulas Revolucionarias. Carlos y su amigo Johannes Winrich han trabajado juntos. Atacan el aeropuerto de Orly con un lanzagranadas. Fallan, nada explota. Johannes le introduce en las Células. Hace nuevos camaradas, consigue nuevas amantes. Carlos se cree el nuevo Che. En 1975 ocupan la sede de la OPEP. Un secuestro de horas. Asedio policial. Agentes austriacos poco preparados para una operación así. Explosiones, humo, sangre. Lectura por radio de comunicados de apoyo a la Causa Palestina que a nadie importan. Negociaciones y traslado en avión. Ya en el aire todos fallan a Carlos. Ha matado a un delegado libio en el asalto. Gadafi está furioso. Gadafi agarra el telefóno y pone precio a la cabeza de quien le ayude. Acorrralado, Carlos no aprieta el gatillo. Prefiere los 30 millones que le ofrecen los saudíes ¿Cuánto bien puedo hacer a La Causa estando muerto? ¿Imaginas cuánto bien pueden hacer 30 millones a La Causa? La alianza con las Células Revolucionarias se rompe. Carlos es un traidor. Carlos es un cobarde. Su protector Wadi Haddad le abandona. Carlos se esconde. Haddad se lo juega todo a una carta. Lo que queda de las Células Revolucionarias secuestra un avion de Air France que aterriza en Entebbe, Uganda. Uganda es territorio amigo controlado por Idi Amin. A Idi Amin le gustan los palestinos, las medallas, las faldas escocesas y los MiGs que le mandan los soviets. Idi Amin era tan extravagante que si no asesinó a tus hermanos o a tus hijos pensarías que iba en broma. Los secuestradores separan a los rehenes en dos grupos, gentiles y judios. Un nuevo Auszwitch. Los israelíes mandan un comando. Mientras Idi Amin se jacta en público y ofrece su polla por telegrama a la Reina de Inglaterra los israelíes construyen una réplica de Entebbe. Ensayan el ataque mil veces hasta que el comando está listo. Cien paracaidistas liderados por Yónatan Netanyahu. Vuelan bajo hasta para evitar los radares de los egipcios, de los saudíes. Aterrizan en un pais extranjero. Atacan un pais soberano. En hora y media matan a todos los secuestradores y a cuarenta soldados ugandeses. Cuando estan a punto de salir de allí, un francotirador se carga a Netanyahu. Pero los israelíes se han salido con la suya. Idi Amin está furioso. Manda achicharrar un par de miles de refugiados keniatas esa misma noche. Haddad cae en desgracia. Sus amigos del KGB le abandonan. Haddad se esconde. Hasta que el Mosad le asesina con una tableta de chocolate envenenada. Carlos sale de su escondrijo para baila y mear sobre su tumba.

 

V.

Secuestrar aviones. Más aviones. Ya no sirve de nada. En 1977 un vuelo de Lufthansa sale de Palma de Mallorca con destino Frankfurt y termina en Mogadiscio. Cuatro operativos del FPLP demandan que se libere al grupo Baader-Meinhof. Pero los alemanes han aprendido de los israelíes y un comando acaba con todos ellos. No negociamos con terroristas, dice el canciller. Esa misma noche, Andreas Baader y tres miembros fundadores del Ejercito Rojo aparecen muertos en sus celdas. Cuchilladas en el pecho. Colgados de una toalla. Con un disparo en la base del cráneo.

Es 1978 y todo parece haber pasado. Ali Hassan Salameh vive tranquilo en Beirut Oeste. La operación Ira de Dios ha terminado. Golda Meier la ha cancelado después del fiasco del camarero. Salameh viven entre los suyos. Comienza a vérsele en compañia de una joven inglesa. Erika Chambers. Chambers dirige una organización benéfica a favor de los presos palestinos. Es bohemia. Vive en un piso compartido, pintando cuadros, rodeada de gatos. Paga 20.000 dólares para conocer a Salameh. Juntos van al teatro, a restaurantes. Se hacen camaradas-amantes. El 22 de enero de 1979 el convoy de Salameh pasa debajo del balcón donde Erika está pintando. Erika Chambers aprieta un botón. Cien kilos de explosivos hacen temblar Beirut como una vela.

Déjà vu (XXV)

•enero 8, 2011 • Deja un comentario

Il deserto rosso (Michelangelo Antonioni, 1964).

Trois couleurs: rouge (Krzysztof Kieslowski, 1996).

Oh, cómo se aferra tu fantasma

•enero 5, 2011 • 3 comentarios

Ejemplo de teta primordial.

(El tono de la presente entrada no oculta su deuda con este texto de Grace Morales)

En la Nochevieja pasada, reunida una nutrida parte de la Familia Zita alrededor de la mesa y poco después de las campanadas de medianoche, el televisor comenzó a emitir un intermitente resplandor en colores sepia y tonos grises. Se trataba de un especial, un refrito, con momentos televisivos de todos los tiempos, actuaciones de Formula V, Los Bravos, Manolo Codeso, fiestas delirantes de Pajares y Esteso con patillas gigantes, pajaritas desorbitadas y cantantes melódicos de pelo profuso. Si finalmente se hubiera inventado el odorama doméstico, aquel programa habría dejado en la estancia un penetrante olor a naftalina. Los más mayores de los presentes iban jugando a adivinar quién era el artista añejo que mostraba en la pantalla su juventud perdida antes de que el rótulo sobreimpresionado lo aclarara. Mis primos y yo solo podíamos jugar a adivinar los escasos ejemplos que procedían de los 80. En tu fiesta me colé y Yo tuve un novio que tocaba en un conjunto beat. Si en tiempos no tan lejanos la Nochevieja era la noche picarona por excelencia, coronada por alguna pelicula de calificación S o por un strip tease de baratillo de aquellos que Angel Casas repartía a las masas post-transi como los romanos repartían pan y circo, la Nochevieja del 2011, al menos en La Primera, rezumaba el perfume inconfundible de la Nostalgia.

Dos días después, aún convaleciente por los eventos de esa noche, descubrí entre las brumas de la resaca un programa cuya existencia desconocía: Qué tiempo tan feliz, el magazine nostálgico (como lo definen en la misma web de Tele 5), presentado por la incombustible María Teresa Campos. Como saben (y yo comprobé en aquel momento), QTTF (llamémoslo así) es una versión low-cost del noventero Qué pasó con presentado por Consuelo Berlanga (por cierto, ¿qué paso con ella?), que cada fin de semana glosa la vida de algún artista caduco a quien La Campos Sr entrevista acompañada de una caterva de colaboradores que vivieron mejores tiempos y figuras más esbeltas, todo ello aderezado por las versiones de hits clásicos españoles a cargo de un grupo de jovenzuelos llamados “Los enrollaos” que parecen sacados de los descartes del casting de Operación Triunfo 12 después de pasar por una franquicia cualquiera de Marco Aldany. Al final, como es marca de la casa Tele 5, todos, invitados, colaboradores y enrollaos salen a cantar unidos por el sentimiento común de que, vivido o no, cualquier tiempo pasado fue mejor.

Me pongo colorada cuando me miras.

En cierto modo QTTF actúa como espejo (cóncavo) de Sálvame. Y no me refiero a que uno de los colaboradores de QTTF, el rescatado Carlos Ferrando, otrora rey del corazón, denunciara indignado hace años, cuando ya se arrastraba por el lodazal de los canales locales, que el irresistible ascenso televisivo de Jorge Javier Vázquez se había basado principalmente en el peloteo (ninguna sorpresa ahí) y en sus virtudes felatorias. No. Me refiero a que mientras que Sálvame es un rabioso relato del presente del celebriteo, un “está pasando” del cotilleo, hasta el punto de fabricar sin tapujos su propia actualidad con el fin de alimentar su propia criatura, QTTF es un sondeo del pasado, de lo que fuimos y de lo que fue, creándolo y maleándolo con cada programa, revisitándolo desde nuestra visión actual para acomodarlo a nuestros menesterosos tiempos. El hecho de que La Campos Sr sea precisamente la Defensora del Espectador en Sálvame lo deja bien claro: El pasado se ha convertido en el fiscal del presente.

Es aquí donde quiero llegar. La naftalina de Nochevieja, el apolillamiento de QTTF, son manifestaciones de algo que apuntaba Alan Moore en su seminal comic Watchmen (1985). Allí el magnate Adrian Veidt escribía al respecto de la publicidad de su línea de productos llamada Nostalgia:

“En una era de estrés y ansiedad, cuando el presente parece inestable y el futuro poco probable, la respuesta natural es retirarse y escapar de la realidad, buscando refugio bien en las fantasías del futuro o en visiones modificadas de un pasado medio imaginado”

La realidad imitando al arte.

En una época de crisis, sin salida clara en el horizonte, con un futuro que no parece demasiado halagueño en lo económico y en lo medioambiental, el único refugio que nos queda es el pasado, el perfumado fantasma del pasado, que se ha convertido en el lugar más cálido que podemos encontrar en este incierto mundo. Será un pasado irreal. Un pasado construido con nuestra necesidad de certidumbres y alimentado por los proveedores de emociones, que lo han reconocido como la mejor estrategia de marketing. Pero será nuestro último refugio.

Porque como decía el Veidt de Moore al final de su carta, estas condiciones no pueden perdurar eternamente. Habrá catastrofe o no. Si no la hay, el optimismo social regresará, la palabra utopia dejará de sonar a broma y el marketing pasará a proporcionarnos mitos de un futuro próximo. Si la hay, poco importará entonces. El problema es precisamente ese. Que como pasaba en el tebeo de Moore, en el que el ataque de un pulpo alienígena marcaba el punto de inflexión entre estos dos espíritus, optimismo y nostalgia, que poseen a la civilización cíclicamente cada uno de nosotros, convertidos en pequeños Ozymandias, empezamos a pensar que solo una catástrofe podrá llegar a cambiar algo.

Pero esa es otra historia de la que espero hablarles pronto

Donde habitan las listas

•enero 3, 2011 • 2 comentarios

En esta época del año saben ustedes pueden leerse por todas partes la listas con “Lo mejor de.” Y aquí en el gabinete hemos abrazado esa tradición en anualidades anteriores. Esta vez sin embargo su querido doctor se suma a un esfuerzo comunal liderado por Mr Mortem, que ha reunido a unos cuantos blogueros para que comentaran cada uno tres artefactos culturales que hayan merecido su atención durante el 2010. Allí me podrán encontrar junto a otros titanes de la blogocosa dando tres pinceladas de lo que ha sido el año cierre de la primera década del siglo XXI en lo audiovisual: tres elecciones sencillas y obvias si quieren, pero que me parece que apuntan tres fenómenos culturales muy importantes de nuestro tiempo. Había otras que reseñar claro (Canino, Scott Pilgrim vs The World, Monsters o Enter the void por ejemplo), pero para eso están el resto de contribuyentes a una de las más heteróclitas y estimulantes listas que podrán encontrar por ahí. Aquí la tienen.

La nostalgia como metadona

•diciembre 29, 2010 • 3 comentarios

Hace un par de días me dirigí en compañía de Minizita a una comisaria para conseguir un nuevo pasaporte, porque entre las aventuras y desventuras más prosaicas que me han sucedido durante estas semanas que llevo pululando por la Madre Patria está la de haberme convertido en indocumentado por extravío. Mientras esperábamos nuestro turno, un gentil agente del orden nos hizo sentarnos en una salita de espera en la que podía verse el siguiente cartel publicitario.

Quedamos de inmediato fascinados por el uso sin tapujos de la nostalgia en esta campaña: En la maleta del supuesto camello amateur, por fin liberado, podemos encontrar una panoplia de productos ochenteros como por ejemplo una tosca videocámara, un extinto walk-man, una handheld clásica, una revista de ordenadores rendición de aquellas Micromania de antaño, un cassette de Modern Talking (¿otro de Wham?), ¡un carrete!, y hasta una funesta corbata de piano.

Uso de la nostalgia digo porque este anuncio no está dirigido a quien podría en efecto abrir su maleta ahora, tras cuarto de siglo en la trena, y encontrar en ella semejantes objetos. No. No se trata de una nostalgia dirigida a un Gordon Gecko cinquentón que, como mostraba Oliver Stone en ese engendro llamado Wall Street 2 (2010), sale de chirona y recupera entre sus pertenencias un telefono móvil del Pleistoceno 80. Se trata de una nostalgia dirigida a los que jugábamos con el Spectrum, a los que nos pasabamos música en cintas y jugábamos al Donkey Kong. Una nostalgia dirigida incluso a los que nunca poseyeron una bolsa de México 86 pero las vieron, o ni siquiera, pero que la identifican con unos tiempos pasados y mejores. Una nostalgia dirigida a tí y a mi, en definitiva, a los que hoy en día estamos tentados de atravesar este presente extraño que nos ha tocado vivir a base drogas porque quizás no nos quede otra.

Felices fiestas

•diciembre 24, 2010 • 3 comentarios

Su querido doctor quiere desearles unas felices fiestas y un estupentástico y electrizante año nuevo (que lo será) y les deja aquí un bonito video de la canción de los The Go-Go´s de 1964 titulada I´m gonna spend my christmas with a dalek. Y es que si pasamos las Navidades junto a nuestros familiares no hay razón por la que no podamos pasarlas también junto a seres obsesionados con exterminar el universo.

 

 

 

 

 

Déjà vu (XXIV)

•diciembre 22, 2010 • Deja un comentario

River of no return (Otto Preminger, 1954).

Mad Men S03E03 (2009).

Déjà vu (XXIII)

•diciembre 11, 2010 • 3 comentarios

The Truman show (Peter Weir, 1998).

Dark City (Alex Proyas, 1998).

Mi última adquisición (VI)

•diciembre 6, 2010 • 3 comentarios

…es el “Diario de las cosas imposibles”, una reproducción recién comercializada del diario que aparecía en aquel magnífico episodio de la tercera temporada del nuevo Doctor Who titulado The Human Nature. En aquella aventura, para protegerse de unos malvados seres que le perseguían a través del tiempo y el espacio, el Doctor se borraba la memoria y se convertía en un sencillo profesor de escuela llamado John Smith. Sin embargo, retazos de su pasado y su verdadera identidad se le aparecían en sueños que luego él garabateaba y dibujaba febrilmente en un diario que ahora se comercializa en forma de preciosa libreta forrada de (falsa) piel con 78 páginas que reproducen de forma deliciosa aquellas vistas en el episodio (pueden ver una muestra aquí). Una filigrana del diseño obra de Kellyanne Walker y un must –have para los fans del Doctor.